Me encontraba físicamente en la puerta del astro rey, bajo tierra, aunque mi mente volaba lejos en tiempo y distancia. A bordo de un barco comerciaba con territorios orientales varios siglos atrás.
Mis oídos también estaban ocupados, una melodía impedía de forma intencionada que nada me devolviera a mi vida. Todos los accesos habituales a los estímulos estaban sellados, dejándome totalmente abstraído en ese mundo bello de mi imaginación.
De esa guisa me hallaba cuando cometí el error de abrir por un microsegundo los receptores de estímulos visuales, alce brevemente la cabeza y quede totalmente hipnotizado por la criatura mas hermosa del mundo.
La melodía se detuvo y trajo un silencio callado únicamente por los sonidos que emitía la criatura. Avance siglos y corrí miles de kilómetros en un segundo, hasta quedar en el momento presente.
Ante mi había una niña, de unos 4 años, con unos ojos rasgados poseedores de una mirada enérgica, llena de la vida mas pura y mas inocente. A ambos lados de la cabeza nacía una trenza que dividía el cabello de forma simétrica y perfecta.
Llevaba un vestido de un rojo intenso, cual cereza madura desafiando al gorrión con apetito de 3 días. A juego con sus sandalias, de las cuales ascendían por sus piernas unas medias de color blanco, como la piel pálida de su rostro.
La niña jugaba cerca de su madre, ejercitando la imaginación adquirida no hace mucho, saltaba, reía, movía los brazos de un lado a otro, como comprobando cada movimiento que su pequeño cuerpo era capaz de hacer.
La vida es magia, pensé observando a la niña, que parecía disfrutar con cada pequeño movimiento.
Desvié la mirada a su madre, sus ojos eran exactamente iguales, pero no poseían la misma mirada, que en contraposición a la de su hija era triste y ausente, parecía una mujer tímida, introvertida y llena de resignación, tal vez fruto de la educación que una vez recibió, y que la hizo perder la energía y alegría, que hoy domina la vida de su hija.
Regrese a la niña que me transmitía parte de la energía que irradiaba, y por un instante su mirada se posó en la mía, me miraba de forma curiosa, con mirada de niño que mira a una persona mayor. Me pregunté en ese instante si ella también percibió parte de mi energía, mucho mas apagada que la suya.
Un ruido ensordecedor nos sobrecogió a ambos y nos robó ese instante mágico; El tren iniciaba su entrada en la estación; Cuando se hubo detenido me moví, aun un poco ausente, dirigiéndome hacia una de las puertas que daban acceso al vagón.
La niña del vestido rojo y su madre entraron al mismo vagón, pero por otra puerta, mi mirada danzaba entre ambas, como quien mira la escena mas bella del cuadro jamás pintado.
En un segundo el vagón rebosó de gente que volvían a ser personas y finalizó el baile hechizado de mi mirada al terminar la canción compuesta solo por dos notas, la niña y su madre.
Mis ojos se sumergieron de nuevo en el mar de letras que tenia entre mis manos, sonreí sin ningún motivo en concreto dispuesto a retomar mi viaje.
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