La mirada de Cati era muy profunda y misteriosa, aunque reflejaba una gran tristeza; Llevaba ya dos años sola en la calle, su familia no la quería y un buen día decidió marcharse; Sin ningún sitio donde acudir, no tuvo más remedio que ir de un lugar a otro, durmiendo en cualquier parte, y buscando comida en los cubos de basura de los restaurantes.
Cati antes era muy sociable, pero en la calle la gente la miraba con desprecio por lo que acabó volviéndose totalmente antisocial, una vez al acercarse a un chico, éste la pegó tal patada que estuvo con dolor de espalda dos semanas, casi no se podía mover y creyó que iba a morir, pero aquello no estaba aun en su destino. No era la primera vez que rozaba el mundo de los muertos, en otra ocasión se acercó a un camarero que estaba fumando a la puerta de un restaurante con la esperanza de que le diera algo de comer, parecía muy amable, entró al restaurante y al poco tiempo regresó a la calle con un poco de carne.
Cati tenía mucha hambre, tanta que ni siquiera saboreó la carne, quizá si lo hubiese hecho hubiera percibido algo extraño en ella. El camarero en realidad no quería verla más cerca del restaurante y trató de envenenarla, pasó 2 días enteros vomitando, y otros 3 con dolores abdominales que la impedían moverse, por ello durante ese tiempo quedó tendida sobre un cartón en una calle muy poco transitada; La gente que por allí pasaba la daba por muerta y no se acercaban a comprobarlo.
En esos días su cuerpo se transformó, era muy fino y sus huesos casi sobresalían por encima de la carne; Su pelo que antes brillaba con intensidad ahora estaba lacio y sin color, ya casi no quedaba nada de la belleza que un día tuvo.
Una noche perdió un ojo, pasó por una calle donde había dos chicos practicando el tiro con una lata, desgraciadamente un plomo fue a alojarse en el globo ocular de Cati; Los chicos en vez de ayudarla se marcharon corriendo, Cati no podía ser más desgraciada, suponía que no duraría mucho más en la calle, la vida se le acababa.
Como un cuchillo caliente que atraviesa mantequilla, a su paso la gente se iba apartando, dejaba tras de si asco y repugnancia. Cati estaba resignada, nadie la iba a querer tal como era: Era fea, olía mal, y le faltaba un ojo. Mientras caminaba absorta en ese pensamiento, un perro comenzó a ladrar, Cati se asustó tanto que echó a correr, sin darse cuenta que un coche se dirigía hacia allí a gran velocidad. El coche ni se molestó en frenar, Cati murió en el mismo momento del impacto contra el vehículo, y posteriormente su cuerpo quedó aplastado contra el asfalto.
Nadie se acercó a retirar el cadáver, que terminó por secarse al sol.
El alma de Cati se liberó del peso de su cuerpo y volvió a ser tan bella como siempre, mientras se iba elevando, una sensación de felicidad la iba embriagando, por fin se marchaba al cielo de los gatos, aislado de la crueldad humana.
Umm, no es por cambiar destinos, nada más lejos de mi intención, pero era tan bonito imaginar que el perrito que ladraba y del que Cati huía, en realidad le seguía por las calles abandonadas y por la noche se acurrucaba a su lado debajo de unos cartones..
ResponderEliminarSi es que te gusta recrearte en la crueldad, aunque sé que eres capaz de describir mucho mejor la escena del ojo...Ay!, gracias por no hacerlo.
En fin, a veces la vida es tierna, la crueldad provoca grietas por donde se filtran las sonrisas. ¿Seguro que no está jugando con el perro debajo de un puente, junto a un río?
Madre mía... pobre Cati. Seguramente el perro la cuidaría. Y seguramente no todo el mundo quería envenenarla, ni todo el mundo la vería tan fea... Y seguramente todo no podía ser tan negro, en una realidad, que por definición, es caleidoscópica...
ResponderEliminarEn fin, Paper. te tienen que invitar a mas piiiiiii...jaja
(Ya me encargo yo de darles una clasecita de rutas ;) )