Las personas desaparecen. Unos antes, otros después, sin nadie que permanezca. Cada día hay personas cambiando de lugar, de mundo, o incluso de vida; Sin embargo, dejando a un lado este hecho, a veces ocurren otro tipo de desapariciones que en cierto modo llegan a fascinarme. Se trata de aquellos que aparecen siendo buscados en las pantallas de esos aparatos que te van minando la vida poco a poco, sin que uno sea consciente de ello, pero provocando igualmente un dolor que se habrá de pagar a plazos o todo de golpe, como cada cual guste.
El caso es que ayer mirábamos una de esas pantallas con curiosidad, anunciaba la desaparición misteriosa de alguien, no recuerdo si era hombre o mujer, pero en esencia al final viene a ser una misma categoría pues a mi modo de ver las diferencias están sobrevaloradas. La persona en cuestión ya no permanecía donde en teoría tenía que estar; Esta desaparición tan repentina, envuelve el hecho en un abrigo de misterio que secuestra cocleas y retinas a partes iguales.
Lanzo una pregunta al aire: cómo es posible que esa gente desaparezca así sin más?
En mi opinión, nunca es repentino, la desaparición sigue un ritmo constante;
Se inicia con una persona totalmente opaca, pasa por mil sentimientos translúcidos y finalmente se convierte en gente invisible.
Salvo excepciones el misterio nunca es tal, la propia persona decide secuestrarse a si misma, aunque la causa de este autosecuestro permanezca externa; Podríamos decir así, que la desaparición comienza fuera y nunca dentro.
Las sorpresas acuden con el tiempo, y con el recuerdo de aquella presencia que nadie sabe cuando, llegó a ser ausencia, más no importa poco más de unas horas, hasta que domine nuevamente el olvido y los recuerdos se acomoden suavemente en su pequeño almacén.
Pero regresemos al sinsentido protagonista de esta inspiración absurda:
No sabemos cuando comienza uno a desvanecerse, pero el proceso se sospecha agudo y doloroso para la víctima, que una vez comienza a mirarse sin verse, tiene la certeza de caer sin remedio en ese pozo de agua oscura, donde los sueños ya no existen tal como los conocen los "opacos" pues la fase REM es eterna, sin diferencias entre las ondas propias de las sombras y las generadas en vigilia.
La persona puede gritar, llorar o quedarse en su silencio ahogado, mas las 3 opciones resultarán del mismo modo. Una vez invisible, todo acto resulta incierto al mundo, que sin ser consciente, se ha transformado en una burda cueva decorada con pinturas rupestres que en tiempos no eran sino bellos cuadros.
Mientras dura el ahogamiento, se produce alrededor del pozo una danza macabra invocadora de demonios cuyo aliento fétido pudre los corazones de los bailarines, los cuales pierden sus ojos, pues ante tal vergúenza caen al suelo quedando secos y ciegos, porque las miradas se hicieron para construir bellos mundos, no para toturar almas mediante la toma de formas punzantes.
A veces alguien a pesar de haber quedado ciego, se torna incorporeo y comienza a ver lo que nadie más ha visto, sale del estúpido trance y se lanza de cabeza a las oscuras aguas, pues percibe la necesidad ajena; más quien no desea ser visto siempre será invisible.
Es en este punto donde los más puros también se hayan ciegos, pues esta voluntad de ver, si viene de dentro y nunca de fuera. Por este sencillo motivo, quien consigue ver a través de las negras aguas adaptando su visión al lugar donde se encuentra y no a donde desearía estar, consigue verse por fin a si mismo y puede comenzar a revertir, ya consciente de toda la luz que hay tras las sombras, el proceso que lo volvió invisible interna y externamente.
Y es que a veces la caja en la que vivimos comienza a hacerse pequeña, o quizá nosotros nos hagamos grandes, o quien sabe puede que ocurran ambas cosas, la cuestión es que el cuerpo va quedando pegado a la caja que ya empieza a apretar, pero no hacemos nada porque es la caja en la que siempre hemos estado, aunque la situación se vuelva incómoda, aunque los músculos duelan por la falta e movimiento, aunque apenas se pueda respirar ya... Y uno sin saberlo va muriendo sin saber que ya tiene la caja donde enterrarse. Más uno puede tomar consciencia y vencer el miedo, hacer fuerza con todo el cuerpo pues la expansión ya es inevitable, sostener la tensión por un tiempo, hasta hacer estallar la caja en mil pedazos al mismo tiempo que la vida misma rompe en aplausos mientras el cuerpo se estira y se adapta al gran espacio que tiene aún por explorar.