sábado, 14 de enero de 2012

Botella de locura en el mar del miedo

Te levantas un día y se te ocurre hacer una pequeña locura. Reflexionas sobre ello, lo piensas, una y mil veces, y cuanto más lo piensas, más razones encuentras para no hacerlo, a pesar de desearlo con todas tus fuerzas. Te sientes solo. Te gustaría que hubiera otra voz más dentro de tu cabeza que te animara a caminar y no quedarte parado.

Siempre te ha pasado lo mismo, y lo sabes; Eres incapaz de ser feliz, porque en realidad vives tan anclado a tus fantasmas y a tu dolor, que tienes miedo de ser feliz, eso es lo que te pasa, y lo sabes.

Amas los sueños, por eso temes levantarte cada mañana; Día a día te encierras más y más sin atreverte a abrir la puerta de par en par y cumplir tus sueños, temes enfrentarte a ellos y  salir perdiendo. No eres capaz de ver la realidad, Sin empezar la batalla, ya le has dado la victoria al miedo.

Estás preso en una cárcel; Tú eres el preso, pero también eres tu propio carcelero, en el fondo te gusta el dolor, te aferras a él como si fuera tu droga, has estado cconsumiéndolo durante mucho tiempo y ya eres dependiente.

Escuchas voces fuera, se escapa alguna risa, piensas en salir, pero temes hacerlo y no encontrar un motivo para enseñar tu sonrisa, por lo que decides bajar una escalera oscura, te refugias en un trastero donde guardas algunos recuerdos y te sientas a reflexionar. No deberías salir, te da miedo, y sabes que eso es un instinto, cuando algo te da miedo existen diversas razones para salir corriendo, así que permaneces en tu trastero, con la luz apagada.

Cada día escapas un rato de tu rincón oscuro, sales a curar tu miedo, y lo haces con dolor, si no lo encuentras en ti mismo, se lo robas a los demás y lo vas acumulando; Vas creando poco a poco una criatura monstruosa en tu interior que te va devorando por dentro. A veces es tan insoportable que te dan arcadas, pero no eres capaz de vomitar, y lo único que se te ocurre es seguir alimentándolo para que permanezca en calma. Así es como tu deseas vivir, en calma, aunque en realidad lo que estas haciendo es morir, y lo sabes.

Piensas en un niño, y en una piscina, y te sientes ese niño. Quieres lanzarte de cabeza, sumergirte y sentirte rodeado de agua, pero no lo haces, no sabes nadar, y a pesar de ser tu mayor deseo, sabes que puede condenarte y morir ahogado. Si no te empuja nadie, nunca te lanzarás. Y lo sabes.

De repente sientes nauseas, corres al servicio y vomitas los sueños y las ilusiones de la noche, te lavas la cara y decides volver a la cama, pero por el camino te descubres empapado de lluvia. Buscas goteras en la casa y encuentras las tuyas. Llueven ríos desde tu interior, que tratan de abrirse camino hacia el mar de tu piel.

Lloras la ausencia y ahogas la presencia que descansó en tu vida cual paréntesis sin cerrar en la frase de un libro.

Sientes nauseas de nuevo, corres al servicio y vomitas la ilusión. Te acercas al espejo y te horroriza el reflejo, tu mente se pierde en un laberinto y tus ojos lloran la esperanza; jamás encontrarás la salida. Y lo sabes.

Te resignas a continuar igual, deseando que algún día tu vida cambie, que cambies tú y decidas salir de tu oscuro trastero a investigar este extraño mundo sin ningún tipo de miedo.

Duermes y sigues soñando tu mundo perfecto.